La ciudad de las estrellas
De cómo salí buscando el alma de Damien Chazelle y encontré la mía por el camino
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City of stars
Are you shining just for me?
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El verano pasado decidí hacer una lista con todas las películas que viese a partir de entonces, plenamente consciente de que no era nada innovador y de que, desde de ese momento y por una cuestión de orgullo, iba a esforzarme en ver muchas más películas. También era plenamente consciente de que, a priori, a nadie le interesa especialmente lo que nadie tenga que decir sobre nada, y me pareció que el equilibrio consecuente entre satisfacer mi ego y ser una pesada pretenciosa estaba en permitirme hacer solo eso: una lista. Sin opiniones ni reseñas, y sin dar lecciones.
Al final he ido ampliando mis permisos durante el resto del año, y he añadido algo más a las películas que me han hecho sentir cosas: un par de corazones, varias exclamaciones expresivas (no es igual impresionarse así “!!!” que así “!!!!!!!!!!!!!!!!!!”), o algún adjetivo diminuto y ridículo como “superchuli”, que en toda su diminutividad y su ridiculez elimina cualquier posibilidad de que nadie malinterprete lo que me sale de la tripa y lo tome por valoración rotunda. No quiero explicar el cine en 140 caracteres ni situarme a cien metros de un autor al que regalo un 7,75 porque no es digno de mi 8. Soy consciente de mi lugar en el mundo (el sofá de mi casa) y de las cosas importantes que he hecho (ninguna), y si voy a hablar de cine lo haré después de pedir perdón y desde el amor, la admiración y la humillación más absolutas.
Eso no significa que acuse de altanero a todo el que critica. Para que la civilización no se derrumbe hay que dar por hecho en internet que toda afirmación es una opinión respetuosa que no invalida la del prójimo. Estoy segura de que casi cualquier comentario negativo hacia una cosa nace de un amor profundo hacia otra y creo que eso es válido y bonito. Así que anoche me tomé la licencia más grande hasta la fecha en mi política de listas, y en cuanto volví a casa del cine, sentencié.
Mi humilde sentencia: “La La Land no tiene alma”
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City of stars
There’s so much that I can’t see
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Que elija bando en esta guerra no significa que no entienda por qué La La Land ha funcionado, y que todo lo que diga después sobre el romanticismo y la magia del cine no son más que palabras que hablan más de mí que de otra cosa. Si tanta gente ha llorado viendo esta película, la ha sentido en la tripa y ha salido del cine bailando, el cine ha hecho su magia. Mi pelea con Chazelle es casi religiosa: si esa es para él la magia, creemos en magias distintas, y lo que sigue es averiguar qué creo yo.
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City of stars
Just one thing everybody wants
There in the bars
And through the smokescreen of the crowded restaurants
It’s love
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La La Land es consciente de sí misma y de sus mecanismos, con cámaras que giran y vuelan y dan golpes, y que no dejan de gritar “¡aquí estoy!”. Los escenarios se construyen y se destruyen delante de tus ojos, y ese exceso de brillo y de artificio es una virtud, porque “no aspira a nada más”. La La Land “es lo que es”: un musical, y una película romántica, y no puedes echarle en cara ningún exceso porque lo sabe, ella lo ha puesto ahí; está jugando con el cliché, con el espectáculo de luces y colores que es el cine, con las emociones básicas y las grandes ambiciones. La simplificación de la experiencia humana que es la esencia de Hollywood, la mentira que es la magia del cine y que todos elegimos creernos.
Valoro muchísimo la intención de acercarse a un género, desvestirlo y ponerse su ropa, y de que el resultado sea una historia nueva que contenga a las demás en esencia. Pero pretender capturar “la esencia” del cine clásico es muy ambicioso, y Chazelle se ha echado por encima todas las prendas vistosas pero se ha dejado por el camino la que a mí me transporta y me hace conectar. Esa es mi crítica ridícula de La La Land: que Damien Chazelle no se ha puesto las gafas.
No voy a secundar a quien critica la película por basarse en la nostalgia, porque la nostalgia es poderosísima. Al contrario: lo que me echa de esta película sobre la nostalgia es la sensación de que no entiende la nostalgia en absoluto. Del mismo modo que Seb (Ryan Gosling) siente tantas cosas hacia el jazz que su única aspiración en la vida es salvar el jazz algún día, desde que se anuncia La La Land su premisa ha sido justamente esa: la de salvar el romance y el cine musical con su autoconsciencia y su reivindicación del artificio.
Es el musical que no admite críticas porque ha justificado ser un musical en todas esas influencias a las que rinde culto en pantalla constantemente, aunque los personajes no necesiten las canciones más que superficialmente; es una historia sencilla que no puedes rebatir porque eso es el cine: gente guapa que tiene sueños y se enamora de la gente guapa que le empuja a perseguirlos, y que a veces pierde a esa gente guapa por el camino y encuentra la felicidad en gente guapa nueva, aunque nunca se olvide del todo de la primera gente guapa que apareció en su vida. Por lo menos La La Land no aspira a nada más.
¡Pero el cine al que homenajea sí aspira a más! El musical aspira a más. Si me parece nostalgia mal entendida es porque, donde otros géneros pueden reducirse al artificio, aplanar el resto y darme lo que he venido a buscar (creo que Kingsman hace un trabajo estupendo con los espías poniéndole traje a Colin Firth y haciendo explotar cosas), La La Land subestima las pretensiones de un cine que sí considera importantes las emociones y los conflictos que trata, por primarios que sean. Pone al mismo nivel todos los recursos y todos los colores, y se mueve todo el rato sin dejarme ver nada de sus personajes ni del pedazo tan grande de vida que intenta abarcar. Enseña tantas cosas que no veo ninguna, y pone en palabras lo que quiere decir pero ni lo dice ni lo canta; me señala con el dedo dónde tengo que sentir, pero no me da las herramientas para hacerlo.
Hay demasiada película entre la película y yo, y creo que presentar esa historia como la imagen en el espejo de todas las demás es haber mirado en ellas con los ojos que no eran.
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A rush
A glance
A touch
A dance
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Me brillan mucho los ojos cuando el cine cuenta lo imposible y me lo creo.
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A look in somebody’s eyes
To light up the skies
To open the world and send it reeling
A voice that says, I’ll be here
And you’ll be alright
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