Insultos y amenazas para la mujer con voz

Noah Benalal
11 min readMar 9, 2018

--

En podcasts y en videojuegos, y fuera de ellos, lo ideal es que hablemos menos

El caso concreto y aislado de mi amiga Paula

«Que acapara, que acapara y que acapara» es lo que más le dicen a Paula cuando habla en internet (hace poco un usuario se lo dijo así, tres veces seguidas). Tampoco pasa nada: cuando yo tenía seis o siete años mi madre siempre decía que parecía que me daban cuerda, como a las muñecas, y es verdad que no callaba. «Usa más la elipsis cuando hables porque acaba resultando un pelín pesado» puede ser un buen consejo en el contexto adecuado, uno que mi madre a mí no me dio nunca (midiendo medio metro, dándole sermones sobre nada) pero que a Paula, que es periodista, no dudan en dejarle a pie de podcast. «Digo esto de la forma más constructiva posible», le dicen también: «Paula es pedante, prepotente, acaparadora, pesada, irritante y carece por completo de madurez».

Son los comentarios que un usuario particularmente insistente deja en el tablón de iVoox de Antihype, un podcast «de amigos a los que les apasionan los videojuegos», con formato magazín, semanal y gratuito, que en su sexta temporada ha introducido dos nuevas locutoras regulares. En ningún momento se ha incidido en que su inclusión en el equipo sea la respuesta ante una creciente preocupación por la diversidad, pero el problema del sexismo en el periodismo de videojuegos está tan a flor de piel que varios corren solos a guardarse las espaldas. «Me da exactamente igual que sea mujer, hombre, transexual, gay, lesbiana, niño, niña, negro, blanco, china, japonés…», lo que importa es el contenido y los tiempos de habla; «las chicas uff no tengo nada en contra de ellas ni nada pero joooooder el rollo que tienen para decir nada». La crítica es desinteresada, imparcial y objetiva.

Paula está acostumbrada a las amenazas, que le llegan por todos los frentes, pero a mí me embargó un terror profundo cuando magneto97 anunció su disposición a bajarse del carro por culpa suya, y quise ver si era verdad que mi amiga hablaba tanto. Ni desinteresada ni imparcial, y sin gran vocación científica, mejor vamos a tomarnos mis elucubraciones con calma; el cronómetro de mi móvil no es el instrumento de medida más preciso y me podéis presuponer mucho error estadístico, pero hice unos gráficos de quesitos después de escuchar y de medir las intervenciones de cada locutor en el dichoso capítulo, y quedaron así:

Aunque en el programa intervienen seis locutores, dos avisan de que su contribución va a ser puntual y en efecto lo es; la conversación la dominan los cuatro restantes, Enrique, Paula, María y Chuso. Quien más habla es Enrique, que conduce el podcast, introduce los temas y va dando la palabra; ocupa algo más de 47 minutos e interviene un total de 67 veces. Tanto Paula como Chuso intervienen 44 veces, y es verdad que Paula habla más que él, aunque sus 34 minutos superan en solo siete los 27 de Chuso: sus contribuciones son notables, aportan información relevante sobre el tema en cuestión, y se la puede equiparar a sus dos compañeros en el modo de afrontar la conversación (me refiero a actitud, vehemencia y tono; no es por meter el dedo en la llaga, pero a varios juegos de los que aquí se habla solo ha jugado Paula). ¡Ahora bien! Pese a esta fijación con Paula mía, quien me llamó la atención es María.

Porque María interviene sólo 17 veces y, aunque está presente durante todo el programa y anda bien versada en los temas que se manejan, toma la palabra en menos de la mitad de ocasiones que Paula o Chuso: su tiempo de habla no llega a 14 minutos. Interrumpe menos, pelea menos por tomar la voz, y como consecuencia habla menos. Una cosa que en sí misma no supone ningún problema, pero que se vuelve significativa cuando resulta que a los usuarios que dejaban los comentarios que he citado más arriba (escandalizados con la verborrea de Paula, temerosos de su tiempo, abanderados de la economía del lenguaje), su actitud les parece ejemplar. Uno dice: «María (por comparar dos mujeres […]) dice en dos frases todo lo que tiene que decir, lo sintetiza de puta madre y queda claro, dando paso así a otro colaborador. Es breve, concisa y directa

Brevedad, concisión y capacidad para ir al grano son aptitudes encomiables, pero ni a Enrique ni a Chuso se les hacen sugerencias para aumentar su capacidad comunicativa, ni se los compara con los otros dos hombres que intervienen menos en la conversación; a Paula se la interpela directamente y con diminutivos, es «niña» y es «cría» y es «Paloma o Paula o como coño se llame», y lo que la hace merecedora de esta condescendencia tan insistente es que habla bastante más que María. No hay ningún problema en el hecho concreto de que en esta ocasión María hable menos; protesto por la demanda de que la locutora ideal, como María, hable veinte minutos menos que la media de sus compañeros.

¿Un fenómeno más amplio? O donde me propongo delegar en otros experimentadores más experimentados que yo

Que las mujeres hablan más que los hombres es una noción generalmente extendida, el típico tropo sexista que engendra titulares, viñetas y proverbios, más allá de los videojuegos y de los entornos digitales. Ya digo que yo no me callo, pero siempre me ha molestado mucho que se le achacase esta incontinencia verbal a mi condición de hembra: llevo pisando a mis compañeras y no dejándolas hablar desde que tengo uso de razón, y el empeño por que mis palabras encuentren sitio (en clase, en internet, o en la mesa de mi casa a la hora de comer) siempre me ha supuesto pelear con otros por la voz.

Un otros que suele ser masculino, y que me lleva a sospechar que las mujeres, en general y por mujeres, no debemos de hablar significativamente más. Pero algo debe justificar la irritación de los demás cuando lo hacemos, porque de veras no creo que los tipos que callan a Paula sean deshonestos. No es extraño que nuestra intervención sea recibida de manera distinta a la de un hombre en un entorno mixto cuando cualquier entorno mixto es por defecto un entorno masculino, y varios estudios llevados a cabo al respecto dan cuenta de esta diferencia: primero, en la recepción; después, en la respuesta.

La recepción: hay una sobrepercepción de la mujer con voz

No me gusta sustentar todo esto en falsos esquemas binarios, pero hay ciertos atributos que se entienden como propios de una voz femenina, y que nos identifican como miembros de una categoría. Distintas normas culturales dan forma al modo en que los distintos géneros deben comportarse en interacciones sociales, y como animalitos tendemos por defecto a buscar señas o pistas que marquen a nuestros interlocutores y nos permitan juzgarlos y evaluarlos de acuerdo con el rol que consideramos apropiado que interpreten[2].

Lo llamativo del análisis de actos de escucha es que la etiqueta mujer tiene consecuencias antes aún de que nos propongamos elaborar una opinión o una respuesta ante lo hablado: tiene consecuencias en la propia percepción. Distintos experimentos sobre las conversaciones mixtas parecen apuntar que, cuando en una conversación intervienen participantes de ambos sexos, suele hablar más el interlocutor masculino[4][5]. Cuanto más grande es un grupo, mayor es la evidencia de que los hombres participan más que las mujeres[3]. En reuniones y actividades de equipo, los hombres participan en mayor cantidad y frecuencia que sus colegas femeninas[6]. Incluso siendo minoría dentro de un grupo, los hombres contribuyen más a la conversación[7][8].

Y, sin embargo, da la sensación de que las mujeres hablan más: se ha llegado a acusar mayor presencia de voces femeninas incluso en intercambios con el doble de participación masculina. También se ha reproducido este fenómeno de sobrepercepción en laboratorio[3]: grabando conversaciones idénticas con dos interlocutores y variando el género de los mismos se ha observado que, efectivamente, hay un error en la estimación de la contribución femenina. La intervención de una mujer se juzga sistemáticamente más larga que la de un hombre, y lo curioso es que este error se produce tanto cuando son hombres como cuando son mujeres las que escuchan.

Es posible que el error se deba al menos parcialmente a motivos meramente perceptuales, que las voces femeninas, por sus propias cualidades de tono, timbre, etc. produzcan por sí solas la ilusión. Pero también hay evidencia para sustentar la hipótesis de que el sesgo deriva del lugar social en el que se confina a la mujer[8]. La evaluación de nuestro discurso es una función de la infraevaluación del rol social que habitamos. Nuestra contribución a la conversación se sobreestima porque se considera demasiado larga, demasiado siendo relativo en cada situación al tiempo que se considera apropiado que hablen las mujeres: menos que los hombres.

La respuesta: hay un problema con el feedback (o con los espacios masculinos online, el acoso sexista en el mundo del videojuego, y demandar contenido personalizado cuando nuestro gusto personal es machista y además hay un sesgo en nuestra percepción de lo que contribuyen las mujeres a la conversación)

Yo he hablado de las respuestas que despierta Paula con su participación en un podcast de videojuegos. Sobre las respuestas que despiertan las mujeres que juegan a videojuegos se han hecho muchos más experimentos, por ejemplo este, en el que la voz femenina recibió el triple de comentarios negativos que los recibidos cuando el jugador podía ser leído como hombre[1].

Un paréntesis: Sartre, el filósofo Sartre, Jean Paul, enviaba cartas a la radio. Lo hacía porque le parecía que no había humanidad en su relación con el emisor, y porque no le gustaba interpretar el pasivo papel de oyente. Escribía para protestar, aprobar, congratular o amenazar, y sin embargo sabía que la probabilidad de afectar el contenido de la radio era remota: para que sus contribuciones tuviesen peso, mucha más gente tenía que hacer lo mismo que él[9][10].

No creo que sorprenda a nadie si digo que lo que las voces individuales han encontrado un amplificador en internet. O que lo que organiza las relaciones en la red no es tanto la solidaridad entre grupos como un individualismo conectado. Es algo de lo que todos nos quejamos sin dejar de ser partícipes, y sobre lo que también se ha teorizado: internet está poblado de grupos endogámicos, de gente como nosotros que nos devuelve el eco de nuestra propia voz, que encuentra lugar y demanda influencia. Para quienes crean contenidos (un amable podcast de discusión sobre videojuegos, por ejemplo) esto se traduce en muchas homogeneidades distintas que demandan un producto personalizado y ajustado a preferencias individuales. Y a nuestras preferencias individuales, igual que a nuestra percepción, las atraviesa el patriarcado.

Poco importa que hablemos de espacios mixtos si la expectativa real de quienes los habitan es no encontrar más que su reflejo. La participación femenina sigue siendo percibida como una incursión ilegítima en territorio masculino porque, en los videojuegos y fuera de ellos, el jugador por defecto es el hombre blanco[11]. No quiero tratar los comentarios que he citado como nada más que comentarios individuales, pero que una voz sea individual ya no implica una falta de efecto: con espacio para el feedback libre y no mediado, cualquiera puede recordarle a las mujeres la posición masculina que están usurpando.

Si una mujer jugadora sobrepasa las barreras impuestas sobre ella y se afirma a sí misma, la teoría predice que será socialmente castigada por violar estas expectativas[15]. Se cuestiona nuestro comportamiento por expresar liderazgo y asertividad[12][13][15], por manifestar la clase de cualidades que mueven a una a llevar la contraria y a ocupar tiempo de habla. Mi amiga Paula, un caso concreto, una locutora en un podcast de videojuegos, es penalizada por interrumpir a veces, por emitir juicios tajantes o pedir la palabra; las mujeres, en general, son penalizadas por expresar dominancia.

El final

En el tablón de comentarios de Antihype, aquel ominoso día, también hubo mucha gente que intercedió en favor de Paula. Un usuario vino a apuntar casi lo mismo que yo, de hecho, con muchas menos palabras. Lo introducía como «el puntito psicópata» de todo esto. Decía:

«Eh, que no soy machista, Paula mal pero María guay. Claro, pieza, porque por la razón que sea, probablemente porque habrá crecido aguantando a imbéciles como tú, María está más callada. Ya ves lo que pasa en cuanto suben un poco la voz».

Psicopatía no, patriarcado: lo que ocurre cuando suben la voz es que alertan a algunos hombres y esos hombres responden. Y que esos hombres tienen la oportunidad de establecer vínculos con otros hombres[16][17], y que al final la interacción de magneto97 tiene un efecto mayor que las cartas de Sartre: él sí encuentra al alzar la voz sus ecos, y se establece un compañerismo que a su vez refuerza las normas masculinas que vertebran internet, o el tablón de comentarios de este podcast concreto de amigos apasionados de los videojuegos.

Lo que ocurre es que su participación sin mediación en este sitio concreto, sumada a la participación de otros hombres concretos que hablan mucho, que no son tantos pero que se sobreperciben, que acaparan, acaparan y acaparan (lo digo también tres veces), puede continuar aislando y silenciando a las mujeres que, a diferencia de mí o de Paula, no siempre tengan ganas de gritar.

Referencias

  1. KUZNEKOFF, J. H., & ROSE, L. M. (2013). Communication in multiplayer gaming: Examining player responses to gender cues. New Media & Society, 15, pp. 541–556.
  2. FOX, J., TANG, W.Y. (2014). Sexism in online video games: The role of conformity to masculine norms and social dominance orientation. Computers in Human Behavior, 33, pp. 314–320
  3. CUTLER, A., SCOTT, D. (1990). Speaker sex and perceived apportionment of talk. Aplied Psycholinguistics, 11. Pp. 253.272.
  4. HILPERT, F., KRAMER, C, & CLARK, R. A. (1975). Participants’ perceptions of self and partner in mixed sex dyads. Central States Speech Journal, 26, pp. 52–56.
  5. ARGYLE, M., LALLJEE, M., & COOK, M. (1968). The effects of visibility on interaction in a dyad. Human Relations, 21, pp. 3–17.
  6. EAKINS, B., & EAKINS, G. (1976). Verbal turn-taking and exchanges in faculty dialogue. In B. L. Dubois & I. Crouch (Eds.), The sociology of the languages of American women. San Antonio, TX: Trinity University.
  7. SPENDER, D. (1979, February). Language and sex differences. Osnabrucker Beitrage zur Sprach-theorie. Pp. 38–59.
  8. PREISLER, B. (1986). Linguistic sex roles in conversation. Berlin: de Gruyter.
  9. BONINI, T., MONCLÚS, B. (2015) Radio Audiences and Participation in the Age of Network Society. Nueva York: Routledge
  10. LACEY, K. (2013) Listening Publics: The Politics and Experience of Listening in the Media Age. UK: Polity.
  11. GRAY, K. L. (2012). Deviant bodies, stigmatized identities, and racist acts: Examining the experiences of African–American gamers in Xbox Live. New Review of Hypermedia & Multimedia, 18, 261–276
  12. YEE, N. (2006). Maps of digital desires: Exploring the topography of gender and play in online games. In Y. B. Kafai, C. Heeter, J. Denner, & J. Y. Sun (Eds.), Beyond Barbie and Mortal Kombat: New perspectives on gender and gaming (pp. 83–96). Cambridge, MA: MIT Press.
  13. RIDGEWAY, C. L. (2001). Gender, status, and leadership. Journal of Social Issues, 57, pp. 637–655.
  14. RIDGEWAY, C. L., & BOURG, C. (2004). Gender as status: An expectation states theory approach. In A. H. Eagly, A. E. Beall, & R. J. Sternberg (Eds.), The psychology of gender (2nd ed., pp. 217–241). New York: Guilford
  15. SALTER, A., & BLODGETT, B. (2012). Hypermasculinity and dickwolves: The contentious role of women in the new gaming public. Journal of Broadcasting & Electronic Media, 56, pp. 401–416.
  16. FROSTLING-HENNINGSSON, M. (2009). First-person shooter games as a way of connecting to people: ‘‘Brothers in blood’’. Cyber Psychology & Behavior, 12, pp. 557–562
  17. TREPTE, S., REINECKE, L., & JUECHEMS, K. (2012). The social side of gaming: How playing online computer games creates online and offline social support. Computers in Human Behavior, 28, pp. 832–839.

--

--

Noah Benalal
Noah Benalal

Written by Noah Benalal

necesito más que mucho frío en los pies

Responses (1)