He visto Jupiter Ascending y tengo cosas que decir sobre que me gusten cosas
Cuando salí de clase antes de ayer le dije a Mario que me apetecía mucho ver Jupiter Ascending. Había llegado a la facultad por la mañana pero llegué tarde a clase y no fui, y en vez de ir a esa clase fui a una charla, y en la charla estuvieron hablando de algunas cosas interesantes y otras cuantas catastróficas, entre ellas: que el individuo está obsoleto, que en la red de información y de conocimientos compartidos todos damos igual, que la realidad es una distopía tecnológica y que el futuro es terrorífico y además es ahora.
El caso es que para apoyarse visualmente proyectaron un fotograma de Matrix en la pantalla, y terminaron salvando mi mañana de convertirse en un rollo superdeprimente gracias a una línea de pensamiento muy sencilla y un poco boba: Matrix es de las Wachowski, seguro que las Wachowski tienen algo que objetarle a esto, las Wachowski hicieron Jupiter Ascending, tiene toda la pinta de que Jupiter Ascending es menos deprimente que Matrix y hace demasiado sol como para ponerse algo triste. No importa que no sea muy brillante porque en realidad da un poco igual: si me entraron muchas ganas repentinas de ver Jupiter Ascending en cuanto me acordé de su existencia es porque toda la gente que me ha hablado de la ella me la ha puesto fatal.
Desde hace más o menos siete meses arrastro una discusión con mi amiga Lizara que siempre empieza hablando de libros o películas concretas y que siempre termina con las dos gritándonos y acusándonos de poner en boca de la otra palabras que no ha dicho (culpa mía casi siempre). Le hemos dado un montón de vueltas al asunto y ya no sé ni dónde estoy ni por qué nos peleamos, pero estoy casi segura de que también es culpa mía y de que debo estar tirándole siempre a la cara la misma pelota, todo porque últimamente estoy empeñadísima en entender una cosa. Quiero averiguar exactamente por qué me gustan las cosas que me gustan, y me está costando mogollón.
El caso es que un día estaba gritando por teléfono a Lizara y haciendo lo que en el momento yo pensaba que era defender a capa y espada el honor de Fast and Furious (una causa que no me ha encomendado nadie pero que me hace sentir tan noble a veces que ni siquiera necesito ofensas reales para emprenderla), y Lizara me dijo una cosa. Me dijo: a veces me da la sensación de que tienes la necesidad de argumentar por qué te gustan las cosas, como si que te gustasen no fuese suficiente.
Estoy parafraseando, pero la idea era más o menos que igual lo que me pasa es que necesito convencerme a mí misma de que mi tripa tiene razón siempre por motivos racionales y objetivos, de que estoy lo suficientemente elevada como para ver en las cosas lo que a los demás se les escapa. No sería la primera vez que llevo la contraria para sentirme especial, y aunque en el momento se lo rebatí mucho creo que una cosa sí es verdad: disfruto un montón siendo la caballera andante que protege las pelis que el resto ataca y que por el camino acusa a la Academia de agria y de cerrada y a todo el mundo que sabe más que yo de ser supersnob. Otra cosa: las películas que me despiertan ese instinto maternal y por las que peleo sin que haga falta que me den razón ninguna siempre son las películas que menos necesitan la caballería, porque ya son blockbusters millonarios. ¡Les corren los privilegios en la sangre! ¡Es el cine hegemónico, bebiéndose nuestro dinero y comiéndose nuestros cerebros! Noah, ¡esas películas no te necesitan!
Efectivamente creo que el cine de Hollywood no necesita una Noah, es más, para variar, creo que nadie necesita una Noah salvo Noah. Prometo forzar esto para que me lleve otra vez hasta Jupiter Ascending, en serio, pero primero esto: en el momento le rebatí mucho a Lizara la acusación (que no era realmente una acusación, pero yo me lo tomo todo un poco raro) con una especie de discurso desastroso y muy hipócrita contra la crítica. Al rato dejamos de gritarnos para hablar de otra cosa, pero la pelea es importante porque no sólo tuvo Lizara la cortesía de no llamarme idiota ni una vez, sino que encima señaló una cosa que encapsula superbien lo que me pasa: tengo siempre la necesidad de defender mi tripa.
Quiero pensar que ser superegoísta puede repercutir positivamente en el universo, y que esta cosa que me pasa me obliga también a defender las tripas de los demás. Creo que mi tripa sabe más cosas sobre cine que las que sé yo sobre biología, y cuando hablo del cine no puedo situarme desde otro sitio: no tengo la teoría suficiente (todavía), la autoridad suficiente (nunca) ni las ganas para decir con objetividad rotunda que algo es malo (ya escribí un poco sobre esto, pero es que casi no avanzo). Pero sí sé la biología suficiente como para intuir que si algo me hace cosas en la tripa es porque mi cabeza funciona a algún nivel, y quién soy yo para decirle a mi cabeza que se calle la boca cuando está intentando explicármelo con con muchas ganas y mucha pasión mientras mueve mucho las manos.
No existe organismo capaz de sostener esta analogía, pero espero que me esté sirviendo para decir lo que quiero: claro que me gusta llevar la contraria y que todo esto va sobre mí, pero puestos a llevar la contraria mejor llevársela a la gente que tiene las herramientas y los argumentos que hacen falta para masacrar a una película. Si me da rabia que quien tiene las armas las use para masacrar las tripas de la gente y para hacerla sentir tonta es porque no me gusta que me hagan sentir tonta a mí, pero algo bueno tiene que salir de todo esto. Tampoco es como si no hubiese masacrado tripas yo cien veces, fatal y con las manos, pero de momento quiero pensar que si hay un propósito latiendo medio inconsciente es ése: el de defender del cuchillo crítico a las tripas de todas las Noahs y de otras personas cuyos nombres se dejen mejor hacer el plural, y convertir la conversación en una sobre sentimientos y dedos que señalan las cosas que no nos gustan y las cosas que están bien, porque otra cosa de momento no sé hacer. ¡Más dedos y menos cuchillos! (consigna que sirve para un montón de cosas). Igual la falsa humildad se puede conviertir en humildad verdadera si todos lo intentamos muy fuerte.
Volviendo a Jupiter Ascending: tenía dos horas muertas y la peli dura dos horas, y en la biblioteca de mi universidad hay una sala estupenda para ver películas que me gusta mucho utilizar, porque tiene una pantalla enorme que no hace falta compartir con nadie y que me hace sentir especial. Está planteada como una herramienta para mi educación, la puedo usar para hacer lo que quiera con quien quiera, y casi siempre la alquilo para ver películas de acción y comedias románticas con Mario, que no parece el uso más especial y revolucionario que una le puede dar a un servicio de la universidad, pero por cualquier motivo a mí me funciona.
La sala estupenda me gusta un montón, pero está fatal insonorizada y en verano hace mucho calor. Todavía no es verano pero cuando me senté en frente de Jupiter Ascending daba mucho el sol, y todo lo que llevaba puesto encima eran un montón de críticas terribles que la echaban abajo por todo: por artificial, por incoherente, por vacía, por mal escrita y dirigida, por la mala ejecución de los actores, porque lo hace todo tan mal que da risa. Yo lo estaba pasando genial, pero hacía tanto calor que el proyector hizo cataplof a la mitad, y como yo no sé arreglarlo tuve que pedir ayuda, y cuando pedí ayuda para seguir viendo Jupiter Ascending me preguntaron una cosa, medio en serio medio en broma. Me preguntaron: por qué te haces eso. Yo dije que llevaba un buen trozo ya y que no me estaba arrepintiendo nada, y ya más en broma que en serio me compararon la película con un crimen de guerra nazi. ¡Jajá! El chiste tenía punta, hizo daño a mi tripa y despertó a toda la caballería, y como acabo de hacer una especie de discurso terrible contra los cuchillos lo único que me queda por hacer es señalar con el dedo algunas cosas que me gustaron mucho de Jupiter Ascending:
- La cara de Channing Tatum y lo que hace Mila Kunis al respecto. Al principio es una cosa un poco rara porque el personaje es un híbrido de humano y de animal, pero hay que aceptar lo diferente y lo evidente, que es que te atrae un mercenario medio lobo. Es muy difícil desarrollar una historia de amor llena de sentimientos en dos horas en las que explotan cosas todo el rato, así que la peli hace lo único que puede hacer, lo que es práctico y realista. Si te acaba de salvar un tipo con dos brazos estupendos y además eres la reina del universo, que le tires los trastos desde el minuto uno es un derecho fundamental, agiliza la burocracia, lo pasamos todos bien y deja hueco a lo importante.
- Lo importante: derrocar el capitalismo espacial, oponerse a la globalización espacial y al sistema corrupto de gobierno espacial que tiene a media galaxia esclavizada. Mi primer contacto con la existencia de esta peli lo tuve por una crítica que la acribillaba por hacer a Mila Kunis fregar váteres y ser salvada todo el rato, pero a mí me flipan las analogías de mierda y creo que el váter es fundamental. Si tu heroína es una mujer que se rebela contra un sistema espacial que oprime a la humanidad, la escobilla es su hoz y su martillo. Me gusta que lo empuñe al mismo tiempo con asco y con orgullo, que le tenga rabia por limitarla pero que al final sea lo que la mantiene con los pies en la tierra: la escobilla le hace digna de ser reina del espacio y dueña de la tierra y si obra como es debido es porque ha fregado unos cuantos váteres.
- Que el personaje de Eddie Redmayne sea ortopédico y patético y dé risa. He visto criticar mucho eso de que dé risa, “¡cómo es posible que un actor tan bueno haga un papel tan incómodo y desagradable!” ¡Queriendo! El dueño de medio universo está acostumbrado a que todo el mundo se doblegue ante su voluntad y su capital espacial, y como buen capitalista espacial es un poco mafioso y un poco sádico, da un poco de grima y nadie se lo dice. Hasta tiene una policía de dinosaurios para proteger sus intereses.
- Que dentro de la policía que no es de dinosaurios haya gente intentando hacer lo que está bien, pero dejándose llevar a veces por las presiones de sus propias circunstancias. El personaje de Sean Bean, que en esta peli no se muere, traiciona durante un ratito a Channing Tatum porque su hija tiene algo malo y no puede asumir los gastos de su tratamiento con el salario mínimo. “Durante un ratito” es clave: Channing no tarda en enterarse, y cuando lo hace le pide explicaciones, y cuando le pide explicaciones se las da, ¡y en cuanto se las da le perdona! porque entiende que él no es el centro de la galaxia, que cualquiera en su lugar habría hecho lo mismo y que no hay que perder de vista al enemigo real (el capitalismo espacial, los niños de mamá, los dinosaurios).
- Que el escondite de los representantes de la burguesía espacial en la tierra sea una clínica de donación de óvulos, y que toda la película problematice la situación del cuerpo de las mujeres, su control, su explotación y el envejecimiento.
- Que todo sea tan, tan, tan explícito.
A lo mejor no es mucho y ni de lejos suficiente para paliar el montón de crímenes contra la humanidad y contra el arte que una película puede cometer y que no sé seguro si mi cerebro tiene la capacidad de sentir o de albergar, pero a mí me dejó muy satisfecha. Me dio lo que había ido a buscar: mi vida seguía siendo la misma, pero mi día estaba de mejor humor, y a la pregunta de por qué te haces eso me encantaría poder contestar “¡entretenimiento!” sin que parezca que me ensucio la boca mientras lo digo, sin que “entretenimiento” suene como un improperio que le lanzo a una criatura imperfecta y deshonesta a la que le estoy perdonando la vida. Me quedan unos cuantos libros y unas cuantas conversaciones con Lizara para objetivar mejor por qué las cosas que según mi boca están locas, son divertidas, molan y me parecen genial le hacen a mi tripa las cosas que hacen, pero por lo pronto me niego a colocarlas por debajo de mí.
Lo que me fascina de Jupiter Ascending es que echa toda la carne al asador y resiste la tentación de reírse de sí misma, aún a riesgo de que el espectador se lo tome como una invitación. Me gusta porque me critica con sus actos: yo me insulto todo el rato, pongo mis defectos por escrito y me escudo en mi autoconsciencia, me aferro a la idea de que si dejas claro que no te tomas nada en serio puedes rebatir casi cualquier crítica que te lancen. ¡La película es mucho más valiente! Enseña todas sus cartas sin tanto cinismo asqueroso y se lanza directamente a ser lo que quiere ser: la epopeya espacial de una chica que limpia váteres y que se erige como dueña y salvadora de la humanidad sin renunciar a ninguno de sus principios y sin hacer mucho ejercicio, no porque no pueda, sino porque su novio tiene botas voladoras.
No sé del todo cómo concluir todo el asunto sobre la cuestión de que me gusten cosas desde aquí, lo más parecido que se me ha ocurrido es otra analogía horrorosa: últimamente me gustan las películas con las que saldría a tomar un café.
¿Tiene sentido? Me refiero a las películas con las que no me importaría hablar de otras películas, esas pelis que bien podrían estar agitando las manos muy fuerte mientras me hablan de algo que les gusta mucho, y a las que me da la sensación de que les gustan más o menos las mismas cosas que a mí.
Es la única posición desde la que creo que puedo enfrentarme al cine de momento, al mismo nivel y como en una cita: me gusta si es atractivo, si tiene algo que contar o si se esfuerza mucho en que pase un buen rato, y me gusta todavía más cuando no subestima mis capacidades, cuando parece sincero y cuando intenta adaptarse a mis gustos e intereses. Pero también tengo que adaptarme un poco yo, porque lo más importante es que quiero que la cita salga bien. Antes de mandar a una peli a la mierda más me vale intentar escuchar lo que me tiene que decir, y para que me vaya un poco mejor en todo tengo que aprender a rebajar mi altanería y mis ganas de salir de todas partes con la cabeza bien alta. Voy a terminar cayéndole fatal al cine si lo miro siempre por encima del hombro, y me gustaría un montón que lo nuestro durase.